Al fin y al cabo la vida y todo lo que vivimos no es más que un camino que cada uno recorremos como mejor nos parece, o como podemos.
Y dentro de ese camino, hay pequeños pueblos, que nos vamos encontrando al andar. Unos nos gustan más y otros nos gustan menos. Unos tienen su encanto y otros no tienen ninguno… supongo que es lo normal.
El primer pueblo que yo me encontré en el camino del coleccionismo de juguetes, allá por mayo de 2004, fue Madelmanhouse. Llegue cuando ya estaba en pie, yo no conocí el “chat verde”, ni el IRC (lo cierto es que ni siquiera sé que coño es un IRC), y la verdad es que me gustó aquella ciudad. Me gustó su “Ayuntamiento” con su “Alcalde y concejales” y su “habitantes”. Gente maja que les gustaban los muñecos, como a mí y con los que se podía compartir afición.
Aquel pueblo molaba, había de todo, había escuela, había polideportivo, había unas “fiestas populares” que eran la polla del mundo madelman, unas fiestas que llegamos a celebrar durante 3 años todos juntos, reuniéndonos en un hotel de la Sierra Madrileña y montando algo difícilmente igualable que incluía incluso a las familias.
Joder me gustaba tanto aquel pueblo que me quede a vivir allí cerca de cuatro años, hasta finales de 2007. Conocí en persona al Alcalde y a los Concejales y me dejarón que fuese su amigo, amigo de verdad, de los buenos, o al menos yo así lo sentía. Supongo que ellos también, porque llegado el caso, y sin yo pedirlo, me convirtieron en algo así como una especie de “funcionario” del Ayuntamiento. Y desempeñe mi trabajo de funcionario de ese ayuntamiento durante casi tres años. Me gustaba al principio, por qué no reconocerlo, pero… en un momento dado algo cambió.
Ya no coleccionábamos muñecos, algunos habitantes habían emigrado, no sin levantar la correspondiente nube de polvo al marcharse, y habían fundado nuevos pueblos y aquello que un día pareció unirnos terminó por separarnos. Ahora ya no se trataba de jugar con los muñecos, se trataba de ganar la carrera a cualquier precio y en medio de esa carrera, yo tropecé y me torcí un tobillo. Me dolía el tobillo y me tocaba los… tales, correr en una carrera que no consideraba mía, así que, sin más decidí abandonar la competición activa.
Despues de eso pasarón muchas cosas, muchas idas y venidas por el camino, reuniones y conversaciones que se podrían contar, hasta que se produjo la reapertura, alguna de ellas realmente increible, y se produjeron muchos “donde dije digo ahora digo Diego” en esas reuniones os lo aseguro. Yo decidí recoger mis bártulos, vaciar mi armario y deshacerme de la llave, y decidí no volver más a aquel pueblo. Sólo volví una vez, hace muy poco, para recoger algo que había dejado allí olvidado y que me hacía falta. Una postura egoísta por mi parte, lo reconozco, pero me apetecía volver a tenerlo y sabía que allí podría encontrarlo. Así que, como había tirado la otra llave, tuve que conseguir una nueva, y entre disfrazado, sin ganas de saludar y el tiempo justo para buscar aquello y cogerlo. Luego volví a tirar esta segunda llave, aquel seguía sin ser mi pueblo.
En cualquier caso, lo cierto es que hoy, 6 años después, ya no tiene sentido remover la mierda, al menos yo no voy a hacerlo. No tengo intención de llenar mi alrededor de moscas que acudan a olerla. Además, qué cojones, también es una cuestión de respeto, aunque sólo sea por que un día fueron mis amigos, de demostrar que no coleccionamos muñecos, porque seamos unos niños, sino porque somos adultos y nos gusta jugar como a niños. Fueron muchas cosas las que me unieron a aquel pueblo que llegue a considerarlo mi casa, y sin embargo sólo hubo una que me separó de él mi diferencia de opinión y criterio con cómo se hacían las cosas en aquel Ayuntamiento. Eso fue todo.
Luego encontré nuevos pueblos e incluso llegue a colaborar efímeramente en la fundación de este pueblo en el que ahora escribo. Solo que un día me dije a mi mismo, ¿Jose, otra vez vas a volver a hacer lo mismo? Y ante el miedo a que hubiese que seguir corriendo, y esta vez con un tobillo “cascao”, presenté mis respetos, dí las gracias y decidí pasar a ser un habitante más de este nuevo pueblo. Un pueblo que también me gustó, me gustó su gente, y me gusto su “Equipo de Gobierno”. Sobre todo me gustó que aquí no había Alcalde ni Concejales. Aquí había uno que barría la entrada y siete u ocho que le ayudaban en lo que podían, pero la escoba no era de nadie. Y eso me animo a quedarme aquí. Y aquí, aunque sea desde la oscuridad de un callejón, detrás de los barriles de cerveza vacíos que sacan del “Club Social” cuando se van terminando, eso ya por motivos personales, que nada tienen que ver con nadie, pues como decía aquí sigo.
Nada ha vuelto a ser igual, no se han vuelto a hacer las mismas cosas, y tristemente no creo que lleguemos a hacerlas, todo hay que decirlo, que entonces se hacían en Madelmanhouse, pero eso no hace que aquel pueblo fuera mejor. Y cuando dijo fuera, lo digo con el convencimiento justo de utilizar el verbo en pasado.
Porque como bien ha dicho Gude, y con su permiso hago mías sus palabras, siento que haya cerrado Madelmanhouse, pero el Madelmanhouse que ha cerrado en estos días, ya no era la ciudad en la que yo viví a gusto, ya no era el pueblo al que yo pertenecí, era otra cosa, no se si mejor o peor, pero claramente distinta a aquella en que yo me instalé en 2004. Y con una visión claramente distinta a la visión que tengo yo aún de esta historia del coleccionismo de juguetes.
En mi corazón y en mi cabeza me quedo con lo que fue, con el buen recuerdo de los buenos momentos pasados allí, con los amigos que conocí, con los que aún conservo y con el recuerdo de aquellos a los que me quité de en medio por disparidad de convicciones, con lo que hicimos, y con lo que vivímos, Y pluralizo y me incluyo, porque mal que le pese a su Alcalde y quizá a algún concejal, y aunque el pueblo fuese suyo, lo cual no niego, sin los habitantes de entonces, los que aportamos nuestro tiempo, conocimientos customizadores y donativos, en definitiva nuestro humilde granito de arena, aquel pueblo, no hubiera progresado como lo hizo, aquel pueblo nunca hubiera sido un referente en la “comarca del mundillo madelmanero”. Sin los usuarios, todos los usuarios, o al menos la inmensa mayoría, aquello hubiera seguido siendo un conjunto de chozos de pastores en mitad del monte, sin apenas comunicación ni servicios, ni nada.
PD: Ale yo también he querido poner mi ladrillo.